“No hay que empezar siempre por la noción primera de las cosas que se estudian, sino por aquello que puede facilitar el aprendizaje.” Aristóteles
Hola queridos lectores, los saludo nuevamente con mucho afecto y gratitud por el tiempo que le dedican a la lectura, análisis y sugerencias a mis aportaciones.
Ahora disertaremos en algunas posibles respuestas a la siguiente interrogante:
¿El aprendizaje es algo tan trivial que se puede observar y medir con base en unas simples preguntas a propósito de unos contenidos cualesquiera?Por supuesto que no. El aprendizaje es un conjunto de acciones (y sensaciones) que involucran la voluntad del aprendiz, toma en cuenta los conocimientos previos y por supuesto, también es importante considerar el contexto en el que se lleva a cabo. La función mediadora del facilitador, es crear las condiciones y ambientes de armonía dentro y fuera del aula, sugerir actividades creativas, apoyarse en ejemplos esclarecedores, ejercitar la práctica, resolver problemas, atender casos, dosificar la información o contenidos del programa de estudios, tomar en cuenta la importancia de escuchar a los alumnos, transitar suavemente -aunque con firmeza- por los diversos recursos o herramientas que la didáctica y la pedagogía del adolescente nos brinda, apoyarse en el discurso verbal cuando sea necesario -pero sin abusar-, planear o anticiparse a la acción educativa y principalmente, ser empático. Tales cometidos se antojan complejos o inalcanzables, yo más bien diría que son de enorme responsabilidad.
Por otro lado, un aspecto importante para quienes practicamos la docencia, está en la forma en que observamos y medimos los aprendizajes de los discentes, y cuestiono ¿El examen escrito es la única herramienta confiable? ¿Interesa también el proceso o sólo el resultado a la hora de evaluar? ¿Le confiero un mayor valor a lo memorizado porque es garantía de que el alumno “aprendió al pie de la letra”? Por fortuna los tiempos cambian y cambian para bien. En la educación del siglo XXI, en el Bachillerato en México, le estamos apostando al aprendizaje significativo (Carl Rogers y Ausubel), que toma en cuenta los conocimientos previos, el contexto, la voluntad o conciencia, al aprendizaje situado con enfoque constructivista, así como al aprendizaje que representa atender el ser, el hacer, el conocer y el convivir con los demás, como quedó establecido en los cuatro pilares de la educación que postula Delors.
Ahora estamos inmersos en el desarrollo de competencias, y son aplicables tanto a los docentes como a los alumnos. No es concebible que se aspire egresar alumnos de bachillerato certificados en competencias –genéricas, disciplinares y profesionales- y los docentes nos mantengamos al margen de ellas. A propósito de esta circunstancia, transcribo una pequeña anécdota de Gandhi y el azúcar.
Una mujer fue junto con su hijo a ver a Gandhi. Gandhi le preguntó que quería y la mujer le pidió que consiguiese que su hijo dejase de comer azúcar.
Gandhi le contestó: traiga usted otra vez a su hijo dentro de dos semanas.
Dos semanas más tarde la mujer volvió con su hijo. Gandhi se volvió y le dijo al niño: “deja de comer azúcar”.
La mujer muy sorprendida le preguntó: ¿por qué tuve que esperar dos semanas para que usted le dijese eso? ¿Acaso no podía habérselo dicho hace quince días?
Gandhi contestó: no, porque hace dos semanas yo comía azúcar.
Con esta reflexión queda claro que si se desea promover en otros ciertas competencias, primero es necesario empezar por las propias.
Compañeros docentes y lectores en general, es cierto que nos estamos preparando y el camino es largo… calcemos zapatos apropiados para disfrutar el recorrido.
Espero sus comentarios y reciban todos cálidos abrazos, Lilia.